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¿Por qué decirle Sí al Vegetarianismo?

¿Por qué el vegetarianismo?

En el vegetarianismo confluyen varios tipos de motivaciones: éticas, dietéticas, ecológicas e incluso políticas.

En primer lugar, el vegetarianismo no está de acuerdo con que se sacrifique a los animales para comerlos, con todo lo que ello conlleva, máxime teniendo en cuenta que no sólo no es necesario, sino decididamente perjudicial para la salud. Pero hay otra consideración ética (o política, en el sentido más amplio de la palabra) aún más importante que el respeto a los animales, y es el respeto a nuestros semejantes: la producción de carne para la alimentación es un negocio ruinoso para la humanidad (aunque no para quienes comercian con el hambre y la ignorancia, claro), una forma disparatada de malgastar los recursos naturales.

Para producir un kilo de carne comestible, un novillo “Made in Usa” come 16 kilos de grano y soya (tan rica en proteínas como la mejor carne). ¿Adónde van los otros 15 kilos? Lo que el animal no convierte en pelo o energía para retozar, va a parar al estiércol. Dicho sin contemplaciones: mientras los dos tercios de la humanidad pasan hambre, la industria ganadera se dedica intensamente a convertir comida en caca. (El ganado estadounidense ingiere al año una cantidad de proteínas seis veces mayor que la que sería necesaria para alimentar a toda la humanidad).

Pasemos a las consideraciones dietéticas:

El hombre, como primate, animal afín a los grandes monos, es básicamente frugívoro. La fruta fresca y jugosa, los frutos secos, los cereales y otros vegetales son, por naturaleza, su alimentación idónea, del mismo modo que le conviene respirar una determinada mezcla de oxígeno y nitrógeno lo más pura posible.

Ahora bien, el hombre, como algunos monos, osos y otros animales básicamente frugívoros, tiene la opción del omnivorismo, lo cual es una gran ventaja, pues le facilita subsistir en las condiciones más dispares.

A diferencia de algunos osos que se vuelven carnívoros cuando escasea el alimento vegetal, el hombre ha convertido lo que debería ser una opción de emergencia en hábito dietético central, y con ello ha abierto la puerta a un sinfín de enfermedades y desarreglos.

Las propiedades curativas del vegetarianismo se conocen desde hace milenios, y recientemente incluso la medicina oficial ha empezado a admitir la validez de este saber milenario y a reconocer la toxicidad de los alimentos cárnicos.

La Organización Mundial de la Salud y la American Medical Association llegaron hace unos años a la conclusión de que el abuso de alimentos cárnicos “entraña un peligro mortal”. Según la American Medical Assocciation, los tumores en los senos y en el intestino se deben, en nueve de cada diez casos, a una alimentación rica en carne, que provoca la aparición de “prolactin” en la sangre, sustancia que estimula la formación de tumores.

Por otra parte, una alimentación rica en carne da lugar a residuos metabólicos (colesterol, ácido úrico) que intoxican el organismo y obligan a sus filtros naturales a un trabajo excesivo. Esta acumulación de toxinas es lo que facilita la proliferación de infecciones y todo tipo de trastornos.

Por si esto fuera poco, la carne es, además, la máxima portadora de contaminación a nivel alimenticio. La razón es bien sencilla: hay una serie de sustancias tóxicas derivadas de la contaminación ambiental (insecticidas y metales pesados sobre todo) que el organismo no elimina o elimina sólo parcialmente. Así, aunque la contaminación del agua y los vegetales sea escasa, una res va acumulando en su organismo los pesticidas y metales pesados que ingiere con el forraje y el agua a lo largo de su vida, funcionando como un auténtico “condensador de contaminación”. De ahí que el porcentaje de toxinas ambientales (además de las intrínsecas) que hay en la carne sea muy superior al de los vegetales, a menudo nulo o ínfimo.

Por estas razones, un número cada vez mayor de personas vuelve los ojos hacia los alimentos vegetales. Sin embargo, muchas personas que en principio simpatizan con el vegetarianismo, piensan: la carne y el pescado son ricos en proteínas, los vegetales no; ¿Cómo obtener las necesarias proteínas sin acudir a sus fuentes principales?

Los granos enteros, las legumbres, los frutos secos, etc. Por no hablar de los huevos y los productos lácteos, son excelentes fuentes de proteínas no intoxicantes, sobre todo si se les utiliza en las combinaciones y proporciones adecuadas.

Lo que desanima a muchos “simpatizantes” a decidirse por el vegetarianismo es la errónea creencia de que una alimentación vegetariana equivale necesariamente a una alimentación ascética, sin el menor atractivo para el paladar, y poco vigorizante.

El vegetarianismo no sólo es un camino directo hacia la salud y el bienestar, sino que además le descubrirá toda una nueva gama de aromas y sabores, de texturas y matices, cuya riqueza y variedad harán que pronto considere la alimentación cárnica como una auténtica grosería, no sólo a nivel ético y dietético, sino también estético.

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